Sucedió hace más de una década, en una tarde de verano, cuando era veinteañero. Se resbaló en el borde de una pileta, mientras jugaba con unos amigos, y el golpe le causó fracturas múltiples en la columna. No volvió a caminar. Ahora, cuenta su historia a un grupo de periodistas casi a la pasada, mientras aborda nuevamente -porque ya estuvo allí el año pasado- una de las balsas del programa Playa Sin Barreras (Praia Sem Barreiras, en portugués). “Hasta que no vine aquí, no había tenido oportunidad de volver al mar”, relata el joven, sonriendo, mientras se embarca -asistido por un integrante del plan estatal Turismo Accesible- en el agua tibia y cristalina de Puerto de Gallinas (Porto das Galinhas), una de las playas paradisíacas de Recife, capital del Estado de Pernambuco.

Hasta allí llegó LA GACETA, invitada al viaje que organizó la agencia Starwood Hotels & Resorts. Cada año, millones de turistas se acercan a este punto de la costa atlántica, al noreste de Brasil, donde los corales les dieron forma a extensos arrecifes -y luego nombre a la ciudad principal, Recife-. En Puerto de Gallinas, a 70 kilómetors de esa capital, recibieron entre enero y marzo de 2015 a más de 300 personas que pudieron regresar al mar gracias a Praia Sem Barreiras. “Queremos que estas bellezas naturales sean admiradas y disfrutadas por todos. Es un gran honor y un placer participar y contribuir a este hermoso diseño accesibilidad “, dijo Octavio Maroja, presidente de Porto de Galinhas Turismo, respecto al programa que coordinan la Secretaría de Turismo del Estado y de la Compañía de Turismo de Pernambuco (Empetur), en colaboración con Ipojuca Prefecture.

Opción de ocio inclusivo

Según explicó Alinne Frazão Barbosa, gestora de Proyectos Especiales de Empetur, el programa Playa Sin Barreras ofrece “las condiciones adecuadas para que ingresen al mar personas asistidas, ya sea por discapacidad o movilidad reducida”. “Es una opción valiosa de ocio inclusivo. El proyecto consiste en eso, para lo cual se proporcionan sillas de ruedas anfibias, colchonetas desmontables y calificados instructores”, remarcó Barbosa. La representante de Empetur señaló que el turismo inclusivo no es improvisado. “Se realizan visitas en playas y alrededores a fin de constatar las condiciones de acceso, la existencia de rampas, de baños adaptados, señalización adecuada y estacionamiento de vehículos, todo esto en torno del proyecto”, detalló. Si bien los corales hacen que incontables playas de Recife tengan lo que en estos suelos denominan piscinas naturales, los organizadores del programa Praia Sem Barreira buscaron lugares específicos para esta actividad. “Se llevaron a cabo inspecciones técnicas, y luego se emitieron informes. Eso constató la posibilidad de nadar en las zonas utilizadas por el proyecto”, remarcó Barbosa.

“Llegan las gallinas…”

Según Juan Marcelo, el guía de Empetur en la gira periodística por Recife, los traficantes ilegales de esclavos que llegaban en barcos a esas playas brasileñas luego de la colonización gritaban “aquí llegan las gallinas”, y así nació el nombre de Puerto de Gallinas.

No sólo ofrece sus piscinas naturales. También hay viajes en buggy por los diferentes miradores, restaurantes que ofrecen comidas típicas del noreste brasileño (como las bolitas de camarón de Lo de Joao, donde además tocan músicos en vivo), y viajes en balsa y catamarán por los ríos que atraviesan el suelo pernambucano. El clima tropical hace que todo el año el sol caliente estos rumbos.

En Porto das Galinhas prácticamente no hay gallinas, algo que se explica por la historia de los esclavos que narra el guía Marcelo, un boliviano que decidió afincarse en tierras brasileñas para vivir del y para el turismo. Ante la falta de estas aves, el artista Carcará decidió tallar esculturas en coco que se convirtieron en un símbolo del lugar. Algunas llegan a medir más de un metro, y a costar cientos de reales. Otras, más sencillas y pequeñas, adornan casas y comercios de toda la ciudad de Puerto de Gallinas. En los últimos tiempos comenzaron a aparecer réplicas. “No me preocupa, todo lo contrario”, indica Carcará. Y explica con orgullo que, en realidad, son discípulos suyos quienes han reproducido su obra.

Recife muestra varias caras: por un lado las playas de aguas mansas y cristalinas -en algunas hay tiburones, y aunque están señalizadas, cazaron a más de un turista desobediente, explica el guía Marcelo-; por otro, sus rascacielos y su urbe populosa, atravesada por ríos como el Capibaribe, que se puede recorrer en catamarán: más allá, la ciudad de Olinda, donde el carnaval se baila en las calles y las casas de arquitectura colonial y colores tan infinitos como alegres hacen que parezca que el tiempo se ha congelado.

La niñez en europa, el corazón en Buenos Aires y la vida en Recife, Brasil

Guido Stütz “cocinó” por primera vez un conejo cuando tenía tres años y trató de imitar a su madre poniendo una réplica de peluche en el horno. Eso ocurrió en Alemania, varias décadas atrás. “Lo que me apasionaba, lo que me llamaba la atención en ese momento era cómo cambiaba la materia”, contó. Ahondó en la cocina en Portugal, al mudarse con su familia; luego regresó a estudiar el arte culinario en Alemania y en Austria. Años atrás, siendo ya reconocido, fue convocado por la cadena Sheraton para que se hiciera cargo de un hotel en Buenos Aires. Allí se hizo “porteño”: hoy sigue siendo socio de Boca, y habla un español con clara tonada bonaerense. Sin embargo, no se quedó en Argentina. En la actualidad, es manager general del Sheraton Reserva do Paiva Hotel & Convention Center en Recife, Brasil, donde se concentró el tour de periodistas organizado por Starwood en colaboración con TAM Airlines. El año pasado, durante el Mundial, allí se hospedaron las familias de los jugadores de la Selección de Alemania. Por supuesto, Stütz obtuvo una camiseta autografiada y festejó el histórico 7 a 0. Más allá de sus más de 20 años de experiencia como chef, Guido no extraña esa profesión. Hoy, prefiere administrar el gigante de la Reserva de Paiva, que tiene un club de playa propio y un centro de convenciones que funcionan todo el año.

Fuente: La Gaceta

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