Soriano, director general de Estudios Durero y parte fundamental de la materialización de las obras que para ciegos pueblan la exposición Hoy toca el Prado (20 enero-28 junio, Museo del Prado) y que está abierta para todo el mundo (los niños lo disfrutan especialmente), lleva años haciendo posible que ciegos puedan disfrutar del arte. De las muchas anécdotas que conserva, aquella en la que un hombre le dijo que por fin sabía lo que era un primer plano, fue la que más le emocionó. El formato más perfecto para tocar y recorrer con las dos manos es de 1,80×1,20 m

“No somos pioneros”, dice Fernando Pérez, el comisario de la exposición que ha visto la luz gracias al Museo del Prado y la Fundación AXA, en colaboración con la ONCE. A Pérez se le nota entusiasmado con la muestra (es además gratuita para los invidentes y el acompañante si lo requieren) y con ganas de hacer más.

El pionero fue el Museo de Bellas Artes de Bilbao, que realizó hace cinco años una iniciativa como ésta. Ander Soriano, parte también de aquel proyecto, cuenta a 20minutos por qué se han seleccionado determinados cuadros, en este caso Noli me tangere, de Correggio; La Gioconda, del taller de Leonardo da Vinci; La fragua de Vulcano, de Velázquez; El caballero de la mano en el pecho, del Greco; el Bodegón con alcachofas, flores y recipientes de vidrio, de Van der Hamen; y El quitasol, de Goya: “Son más accesibles por tamaño y detalles. Si tiene demasiado detalle es muy complejo lograrlo con los volúmenes y los relieves, que es como hacemos estas réplicas”.

¿Hay un tamaño ideal? “Sí, con la ONCE hemos definido el formato que sería más perfecto para tocar y recorrer con las dos manos: 1,80×1,20 m. Imagina el Guernica, habría que reducirlo y adaptarlo, que no es imposible, de hecho yo he hecho el cálculo, sería de 0,80×3 m”, responde Soriano, que lleva cinco años desarrollando la técnica que hace posible que los invidentes ‘vean’ cuadros.

“Se hace estudiando la imagen y definiendo el volumen con capas y las texturas con relieves. Es una técnica de impresión digital con acumulación de tintas”, explica el experto.

“La accesibilidad no son sólo rampas”

Juan Torres, invidente que recorre con sus manos las seis obras expuestas en el Prado, y que ha participado activamente en la elaboración de las audioguías que acompañan al visitante durante la visita, toca con lentitud cada detalle.

“Está muy conseguido, por ejemplo aprecio las texturas de las diferentes pieles”, dice Torres. “Y es muy importante que la idea de la accesibilidad no se limite a poner rampas, que la cultura esté presente, y este es un ejemplo de cómo se puede. ¿Por qué no va a haber cultura para nosotros? Nosotros no tenemos nada de esto, a veces podemos tocar alguna escultura, pero nada más. Es una evolución grandísima haber llegado hasta aquí”.

En cuanto a las sensaciones que reciben, Torres responde: “Primero haces un acercamiento orientativo, y después ya te vas haciendo con él. La sensación es muy placentera”.

Cristina Velasco, del equipo de Estudios Durero, explica las dificultades que supondría adaptar obras como El jardín de las Delicias: “Es casi inaccesible, las figuras son muy pequeñas, está lleno de detalles y es inmenso. Los retratos son más fáciles”.

Corrobora su opinión otro de los ciegos de la ONCE que están visitando la exhibición, José María Villanueva: “Los retratos son los más sencillos de imaginar. Me emociona mucho La Gioconda, me ha venido inmediatamente a la cabeza. Tengo 52 años y soy ciego desde 2008, así que yo había visto La Gioconda. Pero de los colores no me acuerdo exactamente, es lo único que no me llega del todo del recuerdo que tengo”.

Para José María sería, si pudiera elegir, Sorolla el que más le gustaría poder ‘tocar’. “Me encantaba, pero, claro, son muy complicados al tener mucho detalle. Entiendo que un paisaje impresionista es muy difícil”. Destaca las virtudes de la audioguía: “Primero te cuenta la historia del cuadro y luego te va diciendo cómo tocarlo”.

Ander interviene aquí, dada la importancia de la audioguía, para contar que cuando se trata de sordociegos (en la de Bilbao) han llevado a gente que les iban guiando las manos para tocarlo del modo idóneo.

“Alguien se preocupa por nosotros”

Carlos Galindo, que perdió totalmente la vista cuando era muy niño, destaca la importancia que para él tiene que haya quienes estén pendientes de ellos para algo más que lo básico. “Me emociona sentir que haya quienes se preocupen por nosotros. Por las obras siento más curiosidad que emoción”, dice mientras recorre las obras con las dos manos, “y también cierta sorpresa”. No imaginaba estas obras antes

¿Son como las imaginaba? “Es que no las imaginaba”, responde con sinceridad Galindo, “La pintura es un arte para ser visto, y esto está muy bien, pero también sé lo que me estoy perdiendo. Los colores, por ejemplo. Yo nunca lo veré como alguien que ve. La música en cambio sí puedo disfrutarla completamente”.

El hasta hace unos meses director del Museo Tiflológico de la ONCE, Miguel Moreno, también está presente y describe con absoluta precisión mientras la toca con ambas manos La fragua de Vulcano: “La textura de la piel es una maravilla. Y, esto, esto es una barba cerrada…”.

Y añade: “La Gioconda o El caballero de la mano en el pecho son más fáciles, éste es más complicado, pero eso me gusta. Si he decir qué siento: sobre todo una gran curiosidad primero, y luego ya viene ese paso que lleva a la emoción y la sorpresa”.

Fuente: 20 minutos

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